CAPTACIÓN-IRRADIACIÓN

Captación requiere prótesis de escucha (manifestar el umbral del agujero) y una partitura de captación.

La escucha por tanto es una invención y una tecnología y en nuestro caso una máquina de guerra.

Captación expuesta, captación bajo sitio, captación en retirada o captación al acecho.

Si no se dispone de una partitura de escucha, habrá captación, pero irremediablemente como víctima de drenaje; y objeto radiado se sufrirá el síndrome de Jerusalén.

La contrarradiación puede ser desde tres posiciones: expuesto a los snipers, sitiado en un gueto, al acecho entre los escombros.

En retirada camino al exilio no es posible irradiar más que como ausencia.

*notas hecha en el taller Dias&Ridweg en CasaMario en el Subte 8.6.’19



Explicación de estas notas:

Captación requiere prótesis de escucha (manifestar el umbral del agujero) y una partitura de captación.

La captación es entendida aquí como un ser-cuerpo-receptor. Ser receptor sensible implica siempre, en todos los casos, un estado de exposición modificatoria, la posibilidad de que aquello captado pueda pulsar en nuestro interior de tal modo que cambie algo en nosotros, por ejemplo, nuestra trayectoria.
Si de todos los modos sensibles de captar, nos fijamos -en este caso- en el ponerse a la escucha, decimos en esta frase que, por los tiempos que corren es deseable anteponer al agujero una prótesis (física o también síquica) y que aquello que nos dispongamos a escuchar este mediado por un procedimiento similar al de ejecutar una partitura musical. Por ejemplo, la famosa obra 4:33 de J.Cage es una partitura de escucha, donde lo que se ejecuta es el orificio de escucha en tanto que se pone a-tensión respecto a todos los sonidos circundantes. Frente a la interpretación que señala que dicha partitura es para escuchar el silencio, el mismo Cage ya antes había señalado que no existe físicamente la posibilidad del silencio, así que 4:33 es una obra para escuchar lo circundante en tanto que evento sonoro desplazando la centralidad de la ejecución a la totalidad del lugar.
Diluir la centralidad de la ejecución, y poner a-tensión a las capas y capas sonoras de lo circundante, es un ponerse a la escucha de lo inesperado, es decir, esperar lo inesperado.
Esperar lo inesperado es el opuesto a lo que nuestra domesticación ha hecho en nuestra cavidad de captación que pese a su imposibilidad de cerrarse (el oído no pestañea), anula el ruido de fondo para seleccionar piezas monolíticas de sonido. En esta especie de encriptación de lo que se escucha o no, hay muy poco de decisión, aunque parezca lo contrario, ya que los aparatos que suelen irradiar con la intención de capturar nuestra a-tensión lo hacen en general a nuestras espaldas y en un susurro repetitivo, implantando en nosotros una selección y una encriptación. Obviamente llegado a este punto hablamos acá de la ideología como aparato y la necesidad, por tanto, de modificar conscientemente nuestro agujero y establecer una partitura de captación, todo esto a modo de cuidado (en su doble acepción de cultivar y proteger lo que está del lado interno del agujero.)

La escucha por tanto es una invención y una tecnología y en nuestro caso una máquina de guerra.

Ponerse a la escucha es un acto de diseño (de quién capta o de quien irradia.)
A estas alturas comprendemos toda la máquina de escucha como un aparato biológico en continuo trabajo y que está sometida a la sobrecarga de la irradiación de un medio operando en términos ideológicos.
La ansiedad por esperar un mensaje de WhatsApp, por ejemplo, está dada por una tecnología que está diseñada para nuestra captura afectiva. La ansiedad de nuestro cuerpo es deseada por un motivo específico por aquellas organizaciones que despliegan el complejo de redes de comunicación; dicho motivo es la monetización de los mensajes.
No se trata de cobrar por cada mensaje enviado o recibido, sino poner a disposición y estimular el estar permanentemente disponible a escuchar y reaccionar para aportar a grandes bases de datos nuestros hábitos y por sobre todo nuestros deseos, porque la matriz de cualquier operación de mercancía opera sobre la necesidad y sobre el deseo.
Cuando estamos ansiosos de escuchar, como un adicto con abstinencia, esto puede significar que estamos siendo víctimas de una máquina de guerra que ocupa nuestro cuerpo estableciendo un dominio en tanto que cuerpo disponible y dispuesto frente al aparato tecnológico, cuerpo que fácilmente puede ser programado con paquetes de datos simbólicos. En ese sentido, los aparatos de comunicación podrían ser caballos de Troya en que no nos comunicamos entre nosotros sino propagamos mensajes empaquetados al modo de la sintonización de un enjambre.

Captación expuesta, captación bajo sitio, captación en retirada o captación al acecho.

Acá se formula cuatro maneras de habitar en la guerra, entendiendo nuestro tiempo como un período de guerra subliminal, total y de baja intensidad.
Los cuatro modos señalados de estar en este mundo son en Exposición, Bajo Sitio, en Retirada o al Acecho.
De estos leí una vez en el texto de Carolyn Christov-Bakargiev para la dOCUMENTA (13) la siguiente frase: “onstage, under siege, hope and revolt, and retreat”.
Decidí cambiar la parte que dice “esperanza y revuelta” por “acecho”. En todos los casos la incitación de la pensadora me ha permitido hacer el ejercicio de ver en mi mismo, en tanto que artista, en cuál de las cuatro posiciones se coloca mi producción, o si esta va variando en la medida que se desarrolla.
También, y volviendo a lo que convoca este texto. Suponiendo que hemos comenzado ya a ensayar una partitura propia de escucha y hemos comenzado a fabricar los primeros prototipos de prótesis de captación ahora nos detenemos a ubicarnos en una posición. Podemos escuchar a nuestra propia voz y nos dirá cómo se siente, esto es: acechante, expuesto, sitiado o camino al exilio.
Saber esto es un modo de saber cuál es nuestra posición en el mundo y entender nuestro cuerpo como la extensión del campo de batalla.

Si no se dispone de una partitura de escucha, habrá captación, pero irremediablemente como víctima de drenaje; y objeto radiado se sufrirá el síndrome de Jerusalén.
Durante el taller de D&R oí por primera vez del síndrome de Jerusalén. Esto es más o menos así: Jerusalén es una ciudad de turismo temático en que se cruzan tres religiones en colisión en tanto que para los musulmanes, cristianos y judíos sería algo así como el centro del mundo (ahí hay una mezquita importantísima para unos, los restos del supuesto templo de Salomón para otros, y el sitio donde fue crucificado y enterrado Jesús para otro tanto.)
Es tal la cantidad de estímulos simbólicos, y los turistas van con tanto entusiasmo y devoción, que muchísimos de ellos tienen brotes psicóticos y fantasías con ser la encarnación de profetas, o personajes bíblicos al azar para los cuales hay un mercado que les ofrece las túnicas adecuadas y starter packs asociado.
Entonces muchos apóstoles y marías se ponen en los bordes de los caminos y edificios turístico religiosos a delirar y simular por ejemplo que están en el vía crucis.
Por otro lado (y se incluye en el seguro de viaje) hay una clínica de reposo para salir del delirio místico cuando se torna violento o peligroso para el turista o los demás y devolverlo, en lo posible a un estado anterior.
Todo este ecosistema real es una imagen apropiada para explicar una cierta mecánica de la máquina de guerra que opera a todas las escalas en términos de captación y irradiación.
También permite comprender que la operación sobre los cuerpos, cuando no hay una partitura, una prótesis y una posición definida para ponerse a la escucha, es de ruptura con la realidad. Ruptura programada para ser monetizada o explotada  en una gran variedad de aspectos.

La contrarradiación puede ser desde tres posiciones: expuesto a los snipers, sitiado en un gueto, al acecho entre los escombros.

La contrarradiación se refiere aquí a nuestra posibilidad de responder simétrica o asimétricamente.
¿Cómo un artista puede hacer tal cosa? un ejemplo aprendido de los artistas que actuaban en la clandestinidad durante el período de las dictaduras del cono sur, es la de instalar imagenes donde no las hay. Es decir, traer experiencias sensibles donde fueron suprimidas por el shock de los cuerpos.
La contrarradiación puede ser un aparato (simbólico o real) de ruptura y sospecha que permita a unos buscar resguardo del ataque de las radiaciones.
La contrarradiación también puede formular nuevas formas de ponerse a la escucha, de construir un paisaje propio en un territorio donde había sido montado un paisaje falso, y donde los afectos habían sido domesticados por sistemas simbólicos susurrantes que nos tenían al borde del camino del templo de cartón delirando con ser un apóstol o un profeta.

En retirada camino al exilio no es posible irradiar más que como ausencia.

Acá no hay mucho más que decir, pero si me permito recordar con melancolía la ausencia del agua en un río que se secó hace algunos años cerca de un hogar que tuve en chile, y que ahora es un pliegue de tierra quebradiza.