BRISA SOBRE LA HIERBA

11.2013 – Buenos Aires (imaginando la pampa)
MEMORIA: Instalación artística. Ensamblaje de Pasto (Hierba para gato), lampara, agua destilada, ventilador, sensor de proximidad y arduino programado para encender luz y ventilador a la señal del sensor. En estructura metálica inspirada en el Criminal y Atleta Oskar Pistorius, primer ciborg mediático.
Video-registro desde un bus atravesando la pampa hacia Buenos Aires.

Cuando un migrante como yo viaja por la pampa, el paisaje es mediado por la ventana de un bus.

Durante el viaje imagino la posibilidad de perderme en ese lugar. En ese mar interior, en ese amable infinito de llanos verdes y cielos celestes.
Pienso también, que es un sueño colectivo, que no soy el único que se ve a sí mismo libre en medio de la pampa.

Sin embargo tal lugar imaginario no existe.

Lo que en verdad hay es un enorme andamiaje operacional, de plantas mutantes y brisa tóxica de glifosato.
Lo mismo sucede a su manera en la cordillera, la amazonía y la sierra.

Ha sucedido un cambio geológico objetivo que nuestro imaginario aún se resiste a procesar. El continente se ha llenado de una red de prótesis:
Prótesis de stress y explotación que han reconfigurado toda su anatomía

Pero en este momento no deseo hablar del territorio, sino del imaginario que hay de él en nuestras mentes. Es decir, quiero hablar de lo que nos sucede a nosotros cuando pensamos en lo que hay fuera de las metrópolis.

El imaginario donde fuga mi mente cuando pienso en la pampa (la irreal), es un soporte sobre la cual todo lo demás es simulado.
Un simulacro que permite a los que estamos en las metrópolis vivir bajo stress y sobreproducir antinaturalmente.

Así, la tortura se presenta como espectáculo (pornográfico) a la vez que da señales de excedentes productivos; y esto es por una política que requiere que en nuestra imaginación exista un paisaje benévolo como telón de fondo: un espíritu confiado donde implantar deseos.

Episodio del proyecto de investigación artística ESQUIZOTERRITORIOS que se sitúa en la tensión entre imaginarios implantados e implantes materiales en los territorios en américa del sur. Es un quehacer para pensar el estar-aquí de nuestra macro-región. observando las contradicciones entre los imaginarios comunes sobre el territorio y la observación de sus mutaciones ecocidas.

VICTIMAS DEL DECORADO

Hablaremos del paisaje imaginario que hay en nuestras mentes sobre el territorio. Dicho de otro modo de lo que nos sucede a nosotros cuando pensamos en lo que hay fuera de las metrópolis, y cuál es la función de este pensamiento.

El imaginario  cuando pensamos en la pampa (la irreal), es un soporte sobre la cual todo lo demás es simulado.

Un simulacro que permite a los que estamos en las metrópolis vivir bajo estrés y sobre-producir antinaturalmente.

La white torture se presenta como espectáculo (obsceno) a la vez que da señales de excedentes productivos; y esto es por una técnica que requiere que en nuestra imaginación exista un paisaje benévolo como telón de fondo dirigido hacia un espíritu confiado donde implantar deseos: Deseos Windows XP sobre el wallpaper de nuestra máquina pulsionar –o alma si lo prefiere-.

A la segmentación de la vida, al apego a la interioridad fundada en el sobreconsumo y sobre-trabajo en actualización permanente, al consumo de las pastillas y dispositivos ansiolíticos, y al sometimiento de la afectividad cuyo origen y fin es la “plus-producción” hay que colocar como diagrama de fondo la ilusión que deforma el plano de consistencia de la realidad: el paisaje de fondo, y que en nuestro caso es un velo de ocultación de la superestructura que se acopla y transforma el territorio latinoamericano.

En el simulacro del paisaje Latinoamérica, las periferias de las ciudades, y las configuraciones de los territorios geológicos son invisibles; en el simulacro solo hay centros y grandes extensiones de paisajes exóticos, folclóricos y eternos.
Lo real no tiene lugar en el relato ni menos en la imaginación:
Por ejemplo, podemos intentar sostener que en algún lugar de Latinoamérica que incluye una porción de argentina hay un andamiaje de 5 millones de hectáreas de soja transgénica, pero: ¿Qué significa eso como telón de fondo? ¿Qué medida son para cualquier imaginario 5 millones de hectáreas (o eran 50 millones)? Y si me parece que es muchísimo, entonces, nuestro imaginario pensará que el continente es muchísimo más grande inclusive.

¿De qué tamaño es una sola planta de soya? ¿Qué aspecto tiene?
Esas preguntas elementales referidas prácticamente a la mitad del territorio argentino real y 1/4 del territorio latinoamericano ni siquiera tienen una dimensión formal que oriente la imaginación.
Lo real carece de anclaje incluso para ser dimensionada.


La Hiperrealidad simula sobre lo in-aprehensible del relato acerca de lo real, se funda en el vacío de aquello que no se puede medir, lo recién mencionado no se puede leer ni imaginar. El vacío es rellenado por la simulación.

Imaginar fuera de la simulación implica internalizar un cambio geológico-existencial a una escala sin precedentes que sucedió sin que nos diéramos cuenta. Del mismo modo que la periferia de las ciudades se manifiestan como una ausencia, como una negación. AMBA es a CABA como el trauma a la vigilia.

Mientras el cambio geológico ya es un hecho, y el continente ha sido completamente domesticado por un enorme andamiaje operacional tecno-biológico –y por sobre todo ideológico-, seguimos concibiendo las cosas como si el territorio permaneciera extenso e indómito, hallado más aún no descubierto, virgen y libre… y le llamamos falsamente naturaleza1.
Gracias a la ilusión implantada, el fondo de la realidad propia nos parece benévolo y suficiente. Así es como, la mediatización carga nuestro situarnos fantasioso e infantilizado haciéndonos creer que, por ejemplo, para hablar de nuestro territorio aún podemos hablar de humanidad y naturaleza.

La primera desilusión que proponemos en este bloque es el desmontaje de estos dos conceptos erróneos (humanidad y naturaleza), los que reemplazaremos reflexivamente por otros nuevos.
Gracias a la operación de desilusión y desmontaje comenzaremos la ardua tarea de socavar la relación con esa forma definitiva del mundo que pretende ser la ideología subjetiva de hiperrealidad.

La desilusión tiene como fin hackear nuestro imaginario modulado exógenamente, e implantar en él, sin ilusión de tabula rasa alguna, una nueva perspectiva de fondo.
No hay tabula rasa (es también una ilusión), porque la reconfiguración ineludiblemente será una mezcla de lo que cartografiemos nosotros amalgamado inevitablemente con la irreal imaginería que ya se estructuró en nuestro inconsciente, entonces nuestra acción será similar a la de un virus informático, un hackeo de deformación que incorporará una nueva medida (opuesta a la de infinitud del territorio) y de superestructura (en que superpondremos la resistencia como disputa permanente). El territorio no será más benévolo, ahora sobre él (el mental) se pondrá en escena una guerra silenciosa que está verídicamente aconteciendo.

Hiperrealidad traza (parafraseando a Borges) un mapa del territorio que en su mínimo detalle calza y desplaza al territorio. Hiperrealidad mapea para tomar la apariencia de una ontología completa (críptica y sofisticada), busca volverse una objetividad totalitaria e higiénica. Su esencia se encuentra en la apariencia de objetividad incuestionable, pero los que han entrado en la zona de disputa, en la resistencia, saben de la profunda subjetividad ideológica de su trazado y como primera operación vuelven a trazar sobre el territorio sus propios mapas, que a diferencia de los oficiales (los mapas del imperio) se mantienen permanentemente abiertos. 

La cartografía ha sido secuestrada a tal nivel que se sustenta en líneas imaginarias para configurar patrias emocionales para separar poblaciones (CABA vs AMBA). Siempre distante, su lenguaje torvo no permite críticas ni cuestiones. Usa el satélite y sofisticados sofismos geométricos para juzgar lo que pertenece a tal o cual propietario. Utiliza permanentemente la palabra NATURALEZA y RECURSO para dar cuenta de su infraestructura. Se muestra en apariencia (siempre en apariencia) INDIFERENTE a los devenires políticos y se planta como una axiomatización irreductible de lo real.

El mapa que hiperrealidad traza y hace llamar Naturaleza a todo lo que está fuera de las ciudades, así como los griegos la llamaban caos, con el único fin de la ocultación.
En ese mapa no salen ni campos minados en las fronteras, ni fosas clandestinas, no salen los predios en que vive en guetos la mayor parte de la población de obreros agrícolas y urbanos, tampoco salen los corredores de explotación de la minería, ni la zona de expansión a 20 años de la discreta república de la soja, cuyos regentes también aparece oscurecidos, aparentemente fragmentados. Naturalmente no aparece la deforestación amazónica ni los relaves mineros llenos de ácidos conducidos al mar por ríos reformateados como ductos químicos.

El mapa que hiperrealidad se muestra inmune a las disputas territoriales de los pueblos originarios y a las transformaciones geológicas por explotación. Y cuando muestra las desertificaciones, los envenenamientos de la tierra y el agua, los muestra como fatalidad, productos del ‘Cambio Climático’ imposible de cuantificar y nos hace impotente ante su supuesta irreversibilidad.

El Capitalismo Mundial Integrado2, ha asumido la forma del Imperio por cuanto ha abolido cualquier exterioridad, devorando sus fronteras más lejanas, englobando la totalidad del planeta, así como todas las esferas de la existencia, aún las más subjetivas, comprendidos los enclaves hasta hace un tiempo inviolables, como lo Inconsciente o la Naturaleza.3

Habitaríamos entonces un mundo sin afuera, el capitalismo sin afuera, el pensamiento sin afuera –frente a lo cual, la fascinación por la supuesta exterioridad del pensamiento, de la locura, del extranjero, de los márgenes, del Otro en suma, predominante hace unos decenios, podría sonar hoy en día extrañamente obsoleto, sino peligroso.
El mito del Otro, de la Naturaleza, del Afuera ha sido confiscado y trasladado al plano de la simulación y la dosificación, y en eso consiste nuestra imagen hiperreal de nuestro propio territorio –alojado en nuestra mente- y el razonamiento de la GLOBALIZACIÓN.

Cuando un migrante que labura en negro en medio de la infinitud de la ciudad de cemento, imagina el afuera, comparece ante su imaginación un territorio que ya no existe: comparece un territorio en que la brisa sobre la hierba de las praderas infinitas acariciando compasivamente al hombre es pura alucinación.

1. Hoy estamos (ya saben Uds. cómo se enumeran las eras geológicas: pleistoceno, etc.) estamos en el umbral de una nueva era que denominan “antropoceno”, donde la humanidad ya no es una más de las especies vivientes, sino que literalmente se está convirtiendo en un factor geológico.
Aquí, creo, llegamos a la siguiente conclusión crucial.
Quizás, paradójicamente, debamos admitir que la naturaleza no existe, no en algún absurdo sentido subjetivista (no hay naturaleza, nosotros construimos la naturaleza mediante nuestro espíritu, etc.), sino en el sentido de que la imagen de la naturaleza que aceptamos espontáneamente, la naturaleza como un flujo equilibrado y armónico que luego es destruido por un exceso de actividad humana, esa naturaleza no existe.
Entrevista a Slavoj Zizek en: Viviendo en el Fin de los Tiempos según Slavoj Zizek. Episodio de la serie documental Backlight. Dir.Marije Meerman. Holanda, Canal Tegenlicht, 2010.

2. El Capitalismo es mundial e integrado porque potencialmente ha colonizado el conjunto del planeta, porque actualmente vive en simbiosis con países que históricamente parecían haber escapado de él (los países del bloque soviético, China) y porque tiende a hacer que ninguna actividad humana, ningún sector de producción quede fuera de su control
GUATTARI, Felix y ROLNIK, Suely, Micropolíticas, Cartografías del deseo. Petrópolis, Editora Vozes, 2005 [Buenos Aires, Editorial Tinta Limón, 2013. Pág. 10]

3. NEGRI, Tony y HARDT, Michael, Imperio. Cambridge, Massachussets, Ed. Harvard University Press, 2000 [Barcelona, Editorial Paidos, 2002]