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INFRAESTRUCTURA IA Y SUPERESTRUCTURA CYBORG

Introducción

Hoy hablaremos de Infraestructura y Superestructura en el s.XXI, es decir, hablaremos de la materialidad que opera por debajo, en el subsuelo, del relato público que nos bombardea de forma obscena. En el mass media, los principales ejes narrativos que se imponen son la inteligencia artificial y la guerra comercial; ambas funcionan como cortinas de humo. La Inteligencia Artificial Doméstica, en particular, configura una escena donde los comentaristas ‘piensan’ —dentro de una cámara de eco— sobre los alcances de la conciencia sintética, las transformaciones en las subjetividades, y demás variaciones especulativas melancólicas.

Por otro lado, la guerra comercial impulsada por Trump contra China articula de forma táctica la agenda de una Segunda Guerra Fría. En este último escenario, las interrogantes se multiplican y se aceleran, sin que exista una visibilidad profunda que permita comprender su duración o estrategia. Un ejemplo claro: hoy el mundo entero gira en torno a los índices financieros, observando las fluctuaciones del Nikkei o el S&P 500 como si fueran electrocardiogramas planetarios; lo mismo ocurre con las alzas y caídas de las monedas locales frente al dólar o al oro, como si de ellas dependiera detectar cuándo y cómo comenzará la recesión (spoiler: el mundo ya lleva tres años en una recesión no declarada; lo que viene, especialmente en la periferia, es una fase de estanflación).

Nosotros haremos una pausa en la contingencia e iremos al lugar de las transformaciones, allí donde el cambio fundamental es que en breve: “el cuerpo que habitamos como metrópolis, nos habitará a nosotros como metápolis”.

Lo que sucede de fondo —y que, salvo en China, tomará unos años más en manifestarse plenamente— es una mutación total de la infraestructura y superestructura del planeta. Para hablar de ello, debemos hacer un flashback hacia ciertos aspectos de la infraestructura y superestructura moribunda que actualmente habitamos, y que se encuentra en fase de obsolescencia.

No siempre hubo ciudades

La ciudad moderna es un ecosistema sintético compuesto por un abigarrado tejido de redes, sistemas, máquinas, estructuras, antenas y cientos de miles de objetos interrelacionados de metal, cemento, plástico, celulosa, electricidad, carbón, hidrocarburos, basura, radio y una nube semiótica. Dentro de este entramado vivieron, desde finales del siglo XVIII hasta el primer cuarto del siglo XXI, entre cientos de miles hasta decenas de millones de sujetos incómodos, hacinados y sin embargo en relativa paz urbana.

El germen del artificio fue la invención de la máquina. Al principio aparece la máquina de reproducción (la imprenta de tipos móviles), seguida por la máquina de tracción (el motor a vapor). Entre la primera —que propagó la información disponible— y la segunda —que multiplicó la fuerza del buey cientos de veces— pasaron poco más de trescientos años. Si consideramos la reproductividad técnica y la multiplicación mecánica de la fuerza como dos pilares de la ciudad moderna, el tercer pilar sería el tiempo sintético. Este invento del final de la era anterior (medioevo europeo), emerge con la indiferencia de la organización del tiempo ante los cambios del amanecer, el zenit y el atardecer en invierno y verano. Tal desenganche respecto al tiempo natural tiene lugar en el siglo XIII, en los monasterios europeos, donde se inventa el reloj mecánico para vincular el hacer de los monjes con el devenir del ‘reino celestial’, dando lugar a un espacio-tiempo utópico (virtual), alienado de la naturaleza (negación de la biosfera).

El momento en que estos tres pilares se inventan —tiempo sintético, reproductividad técnica y fuerza exponencial— fue bastante breve en términos de espesor histórico, y coincidió con la entrada en escena de América, junto al sometimiento de ésta, así como de Asia y África, por parte de los países del Atlántico Norte. También se produce el desplazamiento del axis mundi dentro del imperio atlántico: desde España y Portugal, a Francia, luego hacia Holanda, Inglaterra y, finalmente, Estados Unidos.

La ciudad moderna comienza a concentrar cientos de miles de nuevos habitantes, y en su crecimiento desarrolla un soporte material que coreografía su manera de ser vivida. El campesino abandona la extensión agrícola para convertirse en obrero; es alfabetizado mediante la institución educativa y su contacto directo con la producción. La fábrica y la vivienda seriada de la urbe implican, entre muchas otras cosas, una transformación radical de su tiempo-espacio. Walter Benjamin menciona brevemente la resistencia de los obreros al ‘tiempo sintético’ como una de las primeras escaramuzas revolucionarias en Francia: “[…] En los días de la Revolución de Julio […], al atardecer del primer día de lucha, ocurrió que en varios sitios de París, independiente y simultáneamente, se disparó a los relojes de las torres (1).”

El ecosistema de las ciudades modernas se complejiza y debe asignar nuevos roles a los ‘ciudadanos’, canalizando la pulsión individual hacia el deseo colectivo por el trabajo especializado, fabril o de servicio. Mientras la ideología susurra sentido, la burocracia organiza y engrana funciones. En efecto, la ideología por arriba y la burocracia por debajo conforman la superestructura: el engranaje simbólico que mantiene la cohesión social dentro de las sofocantes ciudades. Ninguna sensibilidad humana podría comparar la insalubre vida urbana con la alta calidad de vida rural, a menos que la ciudad produjera algún tipo de promesa y alivio sintético y adictivo. Esa sensación es precisamente la que gestiona exitosamente la superestructura.

La manifestación de esta superestructura como deseo y como cohesión se encarna en la figura del ‘trabajador asalariado’: aquella molécula del desarrollo y las redes de integración. El trabajador asalariado cuenta con la promesa de la casa propia y la jubilación , participa de una comunidad y accede a una red de apoyo mutuo, afecto de clase y una posición desde la cual intervenir en la política. Forma parte de una institucionalidad mayor desde la cual incidir en transformaciones tanto macropolíticas (ideológicas) como micropolíticas (burocráticas y comunitarias). La máquina-ciudad, organizada de forma centralizada, ubica al sujeto en una cadena jerárquica que, durante la modernidad industrial, se manifestó en la tensión de clases centro-periferia, cuya intensidad era propia de la lógica urbana. Más adelante veremos que la transformación actual —tanto de la infraestructura como de la superestructura— impondrá la asignación de nuevos roles, siendo, en los países atlánticos y de la órbita occidental, el ‘trabajador’ la primera baja junto a su red de protección social y promesa de bienestar futuro.

Finalmente, a los tres pilares de la infraestructura antes mencionados —tiempo sintético, reproductividad técnica y fuerza exponencial—, la propia ciudad, en su crecimiento y desarrollo, demanda pilares inherentes: higienismo y andamiaje sanitario, redes de transporte y logística, planificación y diseño de nuevas arquitecturas públicas y de vivienda masiva, así como nuevas materialidades para construir la gran máquina urbana.

La ciudad dará lugar a la metrópolis y a la conurbación, transformando vastas extensiones del territorio anteriormente rural en paños urbanos o agroindustria. El clímax de la ciudad moderna se alcanza en el año 2007, cuando la ONU declara que más del 50% de la humanidad vive en ciudades (2). Desde entonces, nuestra especie, tras diez mil años de historia agrícola, se vuelve urbana.

Infraestructura IA

En el año 1988, Inglaterra, Francia y EEUU se anudan materialmente entre sí por medio del cable submarino TAT-8, la primera conexión de fibra óptica submarina transoceánica. Un año después, con la caída del muro de Berlín, la primera guerra fría terminaría, y las conexiones submarinas transoceánicas entre puntos de todos los continentes se extendieron sin parar hasta hoy. El año 1995 comenzaría -en el clima de mundo unipolar y globalización- la propagación de la internet doméstica, estructurada por la red de fibra óptica submarina antes señalada. Lo descrito es la primera infraestructura -aún en construcción- del andamiaje que volvería al mundo una unidad de retroalimentación de datos, interconectada molecularmente y en forma sintética.

Como un manto sobre la unidad de lo vivo simbiótico y evolucionante de la superficie del planeta, el nuevo tejido conectivo, sintético, de fibra óptica y electromagnetismo, pretende ser superficie de inscripción y registro que se pseudo atribuye la gestión de la dirección y sentido de todas las potencias vivientes, interviniendo y produciendo mutaciones por igual en las partículas elementales y en las macroregiones.

Muy rápidamente, mientras se propagaba la tecnósfera, la población abandonaba la extensión rural formando megalópolis y los espacios antes naturales se transforman en regiones especializadas de explotación minera o de agroindustria horizontal de alta tecnología (hoy un quinto de la superficie de sudamérica es monocultivo de soja sintética).

Superestructura cyborg

 Pasada una década del plan de propagación de internet el 16% de la humanidad estaba conectada. A fines del 2024 la conectividad iba en el 67% de los sujetos y la ONU espera que el 95% de los mayores de 17 años estén conectados el 2030 (evento al que llaman ‘conectividad universal significativa’).

Así como la conectividad planetaria se propaga exponencialmente en cuestión de décadas, la superestructura se va organizando aceleradamente desde el punto de vista histórico, pero apenas percibida por los que experimentamos el cambio del mundo urbano al metapolitano. Y quizás esta es la razón por la cual muchos creen vivir en una especie de s.XX expandido.
Hay tres hechos que nos ayudan a leer la organización de la superestructura cyborg:

1. La Generación Híbrida Metapolitana:
Un cuarto de la población actual son nacidos entre 1995 y 2009, y corresponden a la primera generación conectiva (aproximadamente 1.840 millones de individuos), es decir, sujetos a dos mundos, uno local material y uno planetario virtual. Su aprendizaje, afectos y sensibilidad está conectado a dos realidades por igual y simultáneamente.

Actualmente hay una amplia discusión moral, sanitaria y epistemológica sobre la conectividad de los niños y jóvenes, como si estar conectados fuese una adicción a un tipo de extravagante tecno-droga. Naturalmente dicha interpelación sucede entre la generación bisagra de nacidos en el ambiente mediado por la televisión (gen X y millennials), y que en este nuevo medio ambiente híbrido son alfabetizados tardíos. 

La generación conectiva habita simultáneamente lo material y lo virtual como una única realidad sustancial, y es que su interacción no es exclusivamente con una comunidad local-familiar, sino que es un sistema integrado en el que el cuerpo psíquico se encuentra conectado al enjambre y al algoritmo de retroalimentación. La realidad se experimenta sensiblemente y como dato a la vez. Todo tiene una posición en el mapa virtual y la experiencia completa es la perceptual y la ubicación en el registro. 

Los niños conectivos juegan a reconstruir el mundo en el sandbox de Minecraft. La primera generación conectiva integra información y la verifica, construyendo el primer mapa del territorio, del tamaño del territorio: “En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.”(3)

2. El tiempo simultáneo y el trabajo permanente:
Habitar simultáneamente lo local y la red planetaria, por medio de las primeras prótesis, produjo una primera paradoja, exponiendo -al individuo conectado- permanentemente al trabajo. Ahora el cuerpo estaba disponible todo el tiempo, y los antiguos bloques de trabajo, estudio, ocio, recreación, descanso, etc. se funden y confunden. Por un lado, el tiempo pierde la dimensión monolítica con la que fue fundado por los monjes cristianos románicos y el trabajo moderno. Nos referimos a la dimensión de la separación de la vida humana en bloques funcionales. El gran sincronizador y organizador de la urbe moderna fue la segmentación del tiempo experiencial. Gracias a tal división, fue posible la fragmentación espacial: espacios públicos y privados, de ocio, de trabajo y estudio, de alimentación y de salud, de interacción, etc. 

El nuevo tiempo sintético es provisional y múltiple. Un mismo individuo puede habitar varios tiempos simultáneamente en registros distintos. Aprendió desde la infancia a pausar el videojuego para retomarlo luego desde el mismo punto y puede sostener una conversación de días superpuesta a sus tareas generando una doble y triple rutina al unísono. Un cliente y un afecto están en zonas horarias distintas al sujeto. El tiempo de trabajo es difícil de describir, quizás es todo el tiempo; el trabajo, la afectividad, el estudio y el ocio se confunden.
Mientras el trabajo se desdibuja como relato -sin perder su intensidad y demanda- también se va debilitando la figura del trabajador hasta caer en la precarización absoluta, donde hasta su condición de “trabajador” le era arrebatada.(4)

3. Sujeto Hiper Productivo:
El año 2014, Xi Jinping implementa el “sistema de crédito social” en las principales megalópolis de China, y comienza a operar la Inteligencia Artificial como coordinadora de la sociedad. Internet comienza a perfilar forma como ‘articulador de enjambre’. Los ciudadanos chinos -desde hace diez años- han anudado su identidad al móvil y se han integrado -desde este- al tejido conectivo en todas sus dimensiones, siendo la prueba final de integración sistémica de los cuerpos la pandemia de Covid-19: la carne confinada y la psique ciber conectada.

La gobernanza de este sistema cibernético después de diez años sofisticando la infraestructura y entrando en los más lejanos rincones psíquicos y físicos de los sujetos, ha registrado escalofriantes éxitos como enjambre: reducción significativa de la ilegalidad, optimización máxima de la productividad y la burocracia, y creciente deseo individual por permanentes recompensas institucionales.

La apariencia monolítica de la sociedad China anudada al tecno-estado autoritario, se manifiesta como la realización del viejo sueño de las totalidades y las completitudes que está implícito en el paradigma cibernético. Esta aparente realización es la que inquieta a los líderes occidentales que miran de reojo con sospecha tal gobernanza que parece no tener fisuras, o por lo menos, no las fisuras de la modernidad.

Energía, energía, energía

La actual segunda guerra fría, en enero pasado, ha desplazado el eje desde Rusia y Europa a China y EEUU. La potencia de la globalización que lideró EEUU y que declinó durante las primeras dos décadas hasta llegar a su fin el 2017 (5), ha traído como consecuencia en la ‘órbita nor atlantista’ el ascenso de Trump. Este último no llegó solo al gobierno, se hizo acompañar del extravagante grupo de directores de las empresas tecnológicas de Silicon Valley. Como ya fue relatado en el boletín llamado LA MEXICANA CHINA, PRIMERA ESCARAMUZA ‘PÚBLICA’ DE LA GUERRA FRÍA IA estos tecno empresarios devenidos en consejo asesor del plan M.A.G.A. explicaron a Trump que debía dar prioridad a la construcción de Infraestructura IA y esto solo sería posible con algo de lo que EEUU carecía: energía suficiente.

Durante los próximos años veremos una obsesiva carrera del gobierno estadounidense por multiplicar su envejecida capacidad energética usando absolutamente todos los recursos disponibles. Lo que los chinos comprendieron hace diez años fue la necesidad de disponer de energía como nunca se ha visto en la historia. Quizás sus máximos hitos son la represa de las tres gargantas (que movió el eje terrestre unos milímetros) y la carrera por lograr el sol artificial (la fusión nuclear), el proyecto EAST. 

Esta carrera por la energía ilimitada (y en la que Trump comienza a correr con diez años de desventaja) es, y será por las próximas décadas, el centro de la carrera tecnológica entre ambas. Lo que ‘los CEOs’ señalaron es que no hay posibilidad alguna de implementar la Infraestructura IA sin obscenas cantidades de energía. La Infraestructura IA requiere hiperconectividad entre cada sujeto y la mayor cantidad de superficies, el almacenamiento de información en tiempo real -duplicar la realidad misma- y producir retroalimentación y sincronización en la gobernanza de todas las sustancias físicas y psíquicas. Un proyecto así de titánico va a producir alteraciones insospechadas en el medio ambiente de todo el planeta. En la loca carrera por la infraestructura IA, las regiones periféricas serán más que nunca zonificadas como yacimientos de hidrocarburos, minerales, materias primas y agua (si, el agua es central también).

Megalópolis y Regiones Urbanas

En China, las megalópolis vecinas, comenzaron a unirse y formar un nuevo tipo de configuración: las regiones urbanas. El primer caso es Jing-Jin-Ji (Beijing + Tianjin + Hebei) que aglomera ciento doce millones de personas (La región ciudad de 3J, de doscientos mil kilómetros es del tamaño de Rumanía). También en China se conformó la región urbana del Delta del Yangtsé (Zhejiang + Jiangsu + Anhui ) de ciento cincuenta y cinco millones de habitantes; y la megalópolis del delta del río las Perlas (Hong Kong + Macao + Foshan + Guangzhou + Guizhou + Dongguan + Shenzhen) de sesenta y cinco millones de habitantes.

En el pasado s. XX habíamos presenciado la formación de las conurbaciones siendo la estereotípica Nueva York – Boston – Washington el tope del sistema de referencia. Lo que estamos comenzando a ver ahora, es una mancha expansiva urbana continua del tamaño de países pequeños y que comienza a proliferar.  A diferencia de las conurbaciones del s. XX, que se concentraron en los países del bloque atlantista +Japón. Las regiones urbanas se concentran en India, el Sudeste asiático y China, que concentran el 60% de la población del mundo y adquieren el rol central en la economía planetaria. Según  la ONU, alrededor del 70% de la población de todo el mundo vivirá en zonas urbanas el año 2050.

Pese a que las grandes manchas urbanas traen grandes periferias carenciadas y segregadas, y desde comienzos del s. XXI vemos que las ciudades se han vuelto prácticamente mega-periferias, el crecimiento desbordado e imparable de la mancha urbana es inevitable, pues se organiza en torno a los flujos del capital.

El sistema cibernético se materializa como zonificación y especialización del mundo, y producción de regiones urbanas, en tanto que, fisiológicamente el  flujo de intercambio humano es capilar, es decir opera por miles de millones de micro operaciones de intercambio al día, y los individuos tienden a aglomerarse en función de reducir la fricción del espacio y la burocracia. La búsqueda de perfección de los sistemas de distribución a escala molar y molecular, y que tienen su axioma en la velocidad de intercambio, es una fuerza que impulsa a la migración a las grandes urbes ya que la riqueza está en el flujo de dinero y mercancía y la gran mesa de dinero es el espacio público metapolitano. Todos aglomerados por simultaneidad, instantaneidad y redundancia buscando plusvalor contra el tiempo.

A fines del s. XXI para cuando la humanidad alcance su tope de carga, la gran mayoría de los individuos vivirá en regiones urbanas concentradas en espacios específicos. Y de esa gran mayoría, la gran mayoría vivirá en la mega periferia. Todo esto no es posible sin el manto electromagnético de datos de la Infraestructura IA, que es el pegamento de la megalópolis, las regiones urbanas y la re-zonificación / especialización del mundo. Todos nuevos ecosistemas antes inexistentes.

En los pasillos del mundo financiero se imaginan una humanidad de diez mil millones de individuos, todos conectados a la infraestructura IA, y viviendo reunidos en regiones urbanas. Todas las inversiones se orientan en ese sentido.

Superestructuralmente las condiciones sociales han sido allanadas: internet demoró muy poco tiempo (crisis asiática de por medio) en volverse una herramienta mínima necesaria, y con el paso de los años el sistema de gamificación de los videojuegos, de socialización de las redes y de movilidad de las plataformas de geolocalización fueron integradas sin advertir que la hibridación de la vida con el espacio cibernético traería silenciosamente un cambio en el paradigma del habitar. La pandemia trajo el teletrabajo y el tele afecto, una nueva generación de jóvenes que se autoconfinan para privilegiar la conexión virtual y la introducción de los asistentes -y pronto los agentes IA- que revolucionarán este mismo año el ecosistema del trabajo.

A priori, la superestructura ya se encuentra plenamente operacional en el plano molecular, y está a la espera de las señales de la guerra fría que debe responder a la pregunta sobre cuál ideología emergerá del choque entre comunismo asiático y tecno libertarismo estadounidense, también veremos qué formas regionales toma la democracia liberal, y las teocracias y monarquías musulmanas de la era anterior.



1. Benjamin, W. Sobre el concepto de historia. En Obras (Vol. 1, pp. 315).

2. Fondo de Población de las Naciones Unidas. (2007). Estado de la población mundial 2007: La urbanización y su impacto en la sostenibilidad. UNFPA. Recuperado de https://www.unfpa.org/publications/state-world-population-2007

3. Borges, J. L. (1960). Del rigor en la ciencia. En El hacedor (p. 85). Buenos Aires: Emecé Editores.

4. Sobre la precarización laboral escribimos extensamente en DESDE LA TORTURA BLANCA HACIA LA NEO-ESCLAVITUD

5. En la pizarra Tesis 9 se puede revisar los hechos que marcaron la desglobalización, el fin de la globalización, el ascenso del mundo multipolar y el desmoronamiento de las democracias liberales: https://miro.com/app/board/uXjVKHT0ZTE=/

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